SANTUARIO
LA MADRE DE NUESTRO LICHEN
LA DOLOROSA REINA DE POLONIA

DESPLAZARSE HACIA ABAJO

Tekst Aktu, który Ojciec Franciszek wypowie w uroczystość Zwiastowania Pańskiego, 25 marca br., o godz. 17.00 w bazylice watykańskiej w łączności z wszystkimi biskupami świata i całym Kościołem powszechnym.

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, a Ti nos dirigimos en esta hora de sufrimiento. Eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces: nada de lo que llevamos en el corazón se te oculta. Madre de misericordia, tantas veces hemos experimentado tu ternura providencial, tu presencia que nos devuelve la paz, porque nos conduces siempre a Jesús, Príncipe de la Paz.

Nosotros, sin embargo, perdimos nuestro camino hacia la paz. Olvidamos las lecciones de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de los millones que murieron en las guerras mundiales. Hemos hecho caso omiso de los compromisos adquiridos como Mancomunidad de Naciones y seguimos traicionando los sueños de paz de las naciones y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de codicia, nos encerramos en los intereses nacionalistas, nos dejamos paralizar por la indiferencia y el egoísmo. Preferimos despreciar a Dios, vivir en nuestra falsedad, alimentar nuestra agresión, destrozar vidas y acopiar armas, olvidándonos de que somos custodios del prójimo y de la casa común que compartimos. A través de la guerra, desgarramos el jardín de la tierra, herimos con el pecado el corazón de nuestro Padre, que quiere que seamos hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y todo menos a nosotros mismos. Y ahora con vergüenza decimos: ¡perdónanos, Señor! 

 En la miseria del pecado, en nuestras penalidades y debilidades, en el misterio de las iniquidades del mal y de la guerra, tú, Santa Madre, recuérdanos que Dios no nos abandona, sino que nos mira con amor, deseando perdonarnos y levántanos. Es Él quien os dio e hizo de vuestro Inmaculado Corazón un refugio para la Iglesia y la humanidad. Por la bondad de Dios, estás con nosotros y nos conduces con ternura incluso en los giros más complicados de la historia. Por eso recurrimos a Ti, llamamos a la puerta de Tu Corazón, nosotros, Tus amados hijos, a quienes visitas incansablemente en todo momento y los animas a convertirse. En esta hora oscura, ven en nuestra ayuda y consuélanos. Repite a cada uno de nosotros: "¿Yo, tu Madre, no estoy aquí?" Tú sabes cómo desenredar nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Confiamos en ti. Estamos seguros de que, especialmente en el momento de la prueba, no desprecies nuestras oraciones y vengas en nuestra ayuda. Esto es lo que hicisteis en Caná de Galilea, cuando adelantasteis la hora de la acción de Jesús y anunciasteis su primera señal en el mundo. Cuando la fiesta se convirtió en tristeza, le dijiste: "No tienen vino" (Jn 2, 3). Oh Madre, repítetelo a Dios, que hoy se ha ido la culpa de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha desdibujado la fraternidad. Hemos perdido nuestra humanidad, hemos desperdiciado la paz. Nos hemos vuelto capaces de toda violencia y toda destrucción. Cuán urgentemente necesitamos tu intervención maternal. Así que acepta, oh Madre, esta súplica.

Tú, Estrella del Mar, no permitas que naufraguemos en una tempestad de guerra.

Tú, Arca de la Nueva Alianza, inspiras planes y caminos de reconciliación.

Tú, "Cielo Tierra", traes el consentimiento de Dios al mundo.

Apaga el odio, quita la venganza, enséñanos a perdonar.

Libéranos de la guerra, salva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Santo Rosario, despierta en nosotros la sed de oración y de amor.

Reina de la familia humana, muestra a las naciones el camino de la fraternidad.

Reina de la Paz, obtén la paz para el mundo. Que tu llanto, oh Madre, toque nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que derramas por nosotros hagan florecer de nuevo ese valle que nuestro odio ha secado. Y aunque el ruido de las armas no cesa, vuestras oraciones nos hagan estar en paz. Que tus manos maternas sean un alivio para los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a quienes se han visto obligados a abandonar sus hogares y su patria. Deja que tu Corazón adolorido nos mueva a la compasión y nos impulse a abrir la puerta y cuidar a la humanidad herida y rechazada. Santa Madre de Dios, mientras estabas bajo la cruz, Jesús, señalando al discípulo que estaba a tu lado, te dijo: "Aquí está tu hijo" (Jn 19, 26): así nos confió a cada uno de nosotros. Luego al discípulo, a cada uno de nosotros, dijo: "Ahí tienes a tu madre" (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora, agotada y desesperada, la humanidad está con vosotros en la cruz. Y necesito encomendarme a Ti, necesito consagrarme a Cristo a través de Ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te adoran con amor, se refugian en Ti y Tu Corazón late por ellos y por todas las naciones diezmadas por la guerra, el hambre, la injusticia y la pobreza. Por eso, nosotras, Madre de Dios y Madre nuestra, nos encomendamos y consagramos solemnemente a Tu Inmaculado Corazón, la Iglesia y toda la humanidad, especialmente Rusia y Ucrania. Acepta este acto nuestro, que realizamos con confianza y amor; haz cesar las guerras y trae la paz al mundo. Deja que el "sí" que brotó de tu Corazón abra las puertas de la historia al Príncipe de la Paz; confiamos en que a través de tu corazón aún habrá paz. A ti, pues, te dedicamos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y expectativas de las naciones, las angustias y esperanzas del mundo. A través de ti, deja que la Misericordia de Dios se extienda sobre la tierra y deja que el dulce ritmo de la paz modele de nuevo nuestros días. Mujer que dijiste "sí" a Dios y sobre la que descendió el Espíritu Santo, restaura la armonía de Dios entre nosotros. Aviva nuestros corazones secos, Tú que eres "fuente viva de esperanza". Tú, que tejes la humanidad de Jesús, haznos constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, condúcenos por los caminos de la paz. Amén.